dissabte, 22 de novembre del 2014

Las 50 mejores películas de ciencia ficción

Un análisis detallado de cincuenta películas que dejaron una huella profunda en el género visionario por excelencia.
A nuestro juicio son las mejores películas de ciencia ficción de todos los tiempos. Estos son los resultados:
1. Blade Runner (Ridley Scott, 1982)

Con Eldon Tyrell aprendimos que la luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo. Pero el paso de los años demostró, pese a todo, que hay luces que están hechas para resplandecer eternamente, incluso cuando brillaron tenues en sus comienzos. Es el caso de Blade Runner, profunda y conmovedora película que fue ignorada en el momento de su estreno y que hoy alcanza la categoría de mito contemporáneo. Ridley Scott nos presenta un futuro siempre nocturno y lluvioso, donde el humo, las luces de neón y las calles abarrotadas de gente dan cuerpo a una atmósfera cálida y opresiva, intensamente reforzada por la hermosa partitura de Vangelis. La historia de un grupo de replicantes que lucha por obtener respuesta a todas sus dudas existenciales y por alcanzar la libertad que les fue arrebatada en el momento de su creación sirve como base para un discurso en el que podemos reconocer todo tipo de ecos filosóficos y literarios, de Platón a Raymond Chandler, de Nietzsche al Moderno Prometeo. Bienvenido a Los Ángeles, 2019. Bienvenido a la obra cumbre de ciencia ficción de todos los tiempos.

2. 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968)

¿Cómo condensar la historia de la humanidad en 140 minutos de metraje, desde el nacimiento de la inteligencia hasta la futura evolución a un estadio superior? Kubrick halló la respuesta en tres elementos: el montaje cinematográfico, un hueso y una nave espacial. La elipsis más grande de la historia del cine nos llevó de la primera herramienta utilizada por el ser humano a la más sofisticada, del amanecer del hombre a los misterios que se esconden en Júpiter y más allá del infinito. Mecidos por El Danubio Azul de Strauss y aterrados por el Requiem de Ligeti, los espectadores asistimos a una función donde música e imagen se fusionan en una experiencia estética sin precedentes. El enfrentamiento entre hombre y máquina, los límites de la inteligencia como dadora de entidad, el papel del ser humano en el universo, el eterno retorno… La densidad de ideas latente en esta obra de arte absoluta es casi inabarcable. Por eso 2001 es una película inmortal y nunca faltarán amantes del cine que queden boquiabiertos ante el enmudecimiento de HAL o el viaje de Bowman a través de la estrellas.

3. Stalker (Andrei Tarkovsky, 1979)

El cine de Andrei Tarkovsky es complejo, poliédrico, plurisignificativo y, por encima de todo, formalmente exquisito. Adentrarse en sus películas es perderse en un mundo regido por sus propias normas, que rehúye los convencionalismos y reflexiona sobre lo esencial, lo vital, lo sagrado y lo profano. En esta película acompañamos a un stalker en su visita a La Zona, un lugar donde, como en el cine del director, nada es lo que parece y donde te resultará muy difícil adivinar a qué lado de la línea que separa tus deseos más fervientes de tus más profundos miedos te encuentras. Mientras Tarkovsky esculpe el tiempo en cada secuencia nosotros quedamos atrapados, de por vida, en sus potentísimas imágenes.

4. Metrópolis (Fritz Lang, 1927)

El cine mudo también dio sus frutos en el terreno de la ciencia ficción y el que luego sería uno de los maestros innegables del cine negro, Fritz Lang, filmó en 1927 una de sus primeras obras maestras. Su esposa, Thea von Harbou, escribió un guion de dudoso trasfondo moral que incitaba al conformismo y la resignación ante la opresión que los débiles sufrían por parte del poder establecido, pero en el arte lo que verdaderamente importa es la lucidez con que la forma se convierte en el vehículo adecuado para la expresión de unas inquietudes, estemos más o menos de acuerdo con ellas. Y, en ese sentido, esta es una de las obras más visionarias de la que quizá sea la etapa más decisiva de la historia del séptimo arte. Adéntrate en la metrópolis y observa a una Brigitte Helm como nunca antes la habías visto.

5. El muelle (La Jetée) (Chris Marker, 1962)

Chris Marker siempre ha sido un autor con voz propia que ha encontrado en el cine el medio idóneo para disertar sobre los temas que más le preocupan: la memoria, el recuerdo, la identidad, el paso del tiempo. En La Jetée encontramos uno de sus primeros y más exitosos experimentos fílmicos: un mediometraje que no adquiere la ilusión del movimiento, un despliegue de fotogramas que se sucede con cadencia melodiosa ante la fascinada mirada del espectador, una lánguida voz en off que cuenta la historia de un hombre que desea encontrarse a sí mismo a través del tiempo. Y, por si fuera poco, con el amor como telón de fondo vertebrando esta inolvidable –nunca mejor dicho- reflexión sobre el poder de la memoria.

6. El increíble hombre menguante (Jack Arnold, 1957)

Si la ciencia ficción conoció una etapa de apogeo en el siglo pasado esa fue, sin duda, la década de los 50. Infinidad de producciones de bajo presupuesto vieron la luz en aquellos años, pero sólo las que brillaron con luz propia, logrando hacer de la necesidad virtud, marcaron las pautas del género y pasaron a la posteridad. En El increíble hombre menguante, película que recoge el testigo de la interesantísima Muñecos infernales (Tod Browning, 1936), se dieron cita el talento de Jack Arnold, cuya imaginativa puesta en escena permitió plasmar con total credibilidad los más inusuales pasajes del guion, y la ingeniosa pluma de Richard Matheson, que adaptó su propia novela con una solvencia fuera de toda duda y aprovechó la sencilla premisa argumental para reflexionar sobre temas de gran calado existencial.

7. El planeta salvaje (René Laloux, 1973)

La primera incursión de una película animada en la lista alcanza nada menos que el séptimo lugar. El director francés René Laloux nos brindó una propuesta exótica, preciosista, única, de animación discreta pero tremendamente imaginativa. Alegoría sobre la convivencia entre distintas razas y culturas, plantea los problemas de la intolerancia, la opresión y el instinto de supervivencia en situaciones adversas. El diseño de los Draags, de los escenarios naturales y de las distintas criaturas que habitan el planeta Ygam harán las delicias de los aficionados al buen cine de animación.

8. La guerra de las galaxias. Episodio V: El imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980)

Si hiciésemos una encuesta para determinar cuál es la saga cinematográfica de ciencia ficción por excelencia sospecho que Star Wars ganaría por goleada a todas sus competidoras. Lo que no está tan claro es, dentro del universo creado por George Lucas, qué película goza de mayor popularidad. La mayoría de listas especializadas hablan de Una nueva esperanza como el punto álgido, pero son innumerables los seguidores que prefieren su secuela directa: El imperio contraataca, película con uno de los giros de guion más famosos de la historia y que presenta por vez primera a uno de los personajes más emblemáticos de la saga, Yoda. Polémicas al margen, esta entrega mantiene el listón y sigue desarrollando todas las historias que ya habían conseguido cautivarnos en la primera parte. El mito continúa y se hace, como Luke Skywalker, cada vez más fuerte y legendario…

9. Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979)

Bordeando la frontera difusa que existe entre el terror de primera clase y la mejor ciencia ficción se halla el clásico esencial sobre la lucha del ser humano contra una criatura alienígena. Antes de pasar a los anales de la historia cinematográfica con Blade Runner, Ridley Scott sorprendió al mundo entero con una película exquisitamente ambientada que cuenta la historia de un peculiar pasajero non grato a bordo de la nave comercial Nostromo. El aterrizaje en el planeta desconocido, la primera aparición del alien, la evolución de la criatura a lo largo de distintas fases o la revelación de la verdadera identidad de cierto personaje son solo algunos de los grandes atractivos argumentales de una película que sigue fascinando hoy tanto como el primer día. No lo dudes, súbete a bordo.  Pero recuerda: «En el espacio nadie puede oír tus gritos…».

10. Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006)

En la línea de las mejores distopías futuristas, Alfonso Cuarón nos presenta un desolador mundo en el que el ser humano agoniza al borde de la extinción. La raza envejece y, misteriosamente, ha perdido la capacidad de crear descendencia. Sin la posibilidad de dar a luz a una nueva generación que tome el relevo, el descubrimiento de una mujer que ha quedado embarazada generará un terrible conflicto de intereses entre distintas facciones. Película que deja una agridulce sensación en el paladar, apoyada en una ambientación del todo verosímil y en unos intérpretes en estado de gracia (sensacional, como siempre, la ecléctica Julianne Moore, entre otros tantos), toda una sorpresa del año 2006 que ha logrado por méritos propios colarse en el top 10, por delante de muchos clásicos consolidados del género. No tardes en comprobar por qué.

11. La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956)
Años 50. Estados Unidos. El macarthismo da sus últimos coletazos cuando Don Siegel estrena esta impagable obra de ciencia ficción con envoltorio de cine negro, máximo exponente del esplendor que alcanzó el género en su época dorada. Su inquietante argumento –en una pequeña localidad, algunos habitantes empiezan a comportarse de forma extraña y apática, como si hubiesen sido suplantados por réplicas sin personalidad– goza de una deliberada ambigüedad que ofrece aún hoy innumerables lecturas. ¿Es un alegato feroz contra la caza de brujas, la pérdida de identidad del individuo y la alienación de una sociedad paranoica que veía traidores en todas partes? ¿O es, por el contrario, una alegoría que trata de advertirnos de la intrusión subrepticia del enemigo en las filas aliadas? Todo depende del cristal con que se mire. Si consigue cautivarte, no olvides revisar a continuación el magnífico remake dirigido por Philip Kaufman en 1978.

12. Donnie Darko (Richard Kelly, 2001)
El director Richard Kelly presentó en el año 2001 una película fuera de lo común que se convirtió, gracias al boca a boca y la rápida difusión a través de diversos medios, en una obra de culto instantánea. La historia de un chico llamado Donnie que sufre unas extrañas visiones en las que un conejo humanoide gigante le avisa sobre el inminente fin del mundo se va complicado, con cada giro de guion explícito o sugerido, hasta que su argumento resulta prácticamente incomprensible en un primer visionado. Después de ver la película, conceptos como universo tangencial, artefacto, receptor vivo, agujero de gusano y paradoja de predestinación se convertirán en verdaderas obsesiones para el espectador activo y pasarán a formar parte de un interesante puzle cuyas piezas irán encajando en las sucesivas revisiones del film.


13. La cosa (El enigma de otro mundo) (John Carpenter, 1982)
H. P. Lovecraft lo dejó muy claro: «La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido». John Carpenter, maestro indiscutible del terror moderno, debió de tener en cuenta esta premisa cuando filmó una de las cimas más altas de su carrera cinematográfica, la adaptación del relato de John W. Campbell Who goes there?, en el cual un equipo de investigadores que trabaja en una estación experimental de la Antártida queda aislado con un ente alienígena capaz de imitar cualquier forma animal o humana con la que entre en contacto. Este hecho provoca una constante sensación de paranoia en todos los personajes, que no pueden dejar de preguntarse: ¿es mi compañero un monstruo? (duda fácilmente extrapolable a nuestra realidad cotidiana). Carpenter logra un ejercicio de estilo frío como la nieve que todo lo cubre, inquietante como la propia partitura de Morricone, perturbador como su magistral desenlace.

14. La guerra de las galaxias. Episodio IV: Una nueva esperanza (George Lucas, 1977)
Corría el año 1977 cuando nació la película de ciencia ficción más famosa y legendaria de todos los tiempos. De la mente de un joven visionario nació un universo fantástico que estaría destinado a crear legiones de seguidores en el mundo entero. En esta primera entrega, la mítica, la original, vivimos con auténtico fervor las aventuras de un grupo de rebeldes que luchaba por rescatar a la princesa Leia, destruir la Estrella de la Muerte y restaurar la República en una época de oscuridad impuesta por el Imperio Galáctico. El eterno dilema entre el lado luminoso y el lado oscuro de la fuerza, la progresiva conversión de ese humilde chico de Tatooine en un caballero Jedi, la carismática presencia de Han Solo y su inseparable amigo Chewbacca, los sables láser, el enfrentamiento entre Obi-Wan y Darth Vader… Todo adquiere la dimensión de la leyenda. Y esto era solo el principio.

15. Terminator 2: el juicio final (James Cameron, 1991)
Volvemos a encontrarnos con una secuela que ha conseguido mejor posición en la lista que su predecesora. El gran acierto de James Cameron –cuando su nombre aún era garantía de calidad- fue dar una vuelta de tuerca a la primera entrega y convertir al que otrora fuera el archienemigo más implacable de Sarah Connor, el T-800, en su principal aliado. Pero Skynet no se rinde y ahora envía a través del tiempo a un nuevo prototipo de metal líquido, capaz de moldear su cuerpo a voluntad, para asesinar al futuro líder de La resistencia: John Connor, en el presente un chaval cínico y rebelde que terminará desarrollando un fuerte vínculo de amistad con el ciborg encargado de proteger su vida (a ver quién aguanta el desenlace en la fundición sin conmoverse). Geniales dosis de humor («¡Tenía que pasar en mi turno!»), el You could be mine de Guns N' Roses y unos efectos especiales impresionantes que crearon época terminan de redondear una función prácticamente perfecta.

16. El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960)
La mera imagen de un grupo de niños albinos, de miradas gélidas, expresión adusta, todos vestidos muy elegantes y coordinados en el habla y los movimientos es, ya de por sí,  muy inquietante. Y de esa idea se nutre este clásico de Wolf Rilla, una de las películas que sirvió de clausura a la etapa dorada del género tras el auge de los años 50. Un buen día, todos los habitantes de un apacible pueblo caen profundamente dormidos y, al despertar, muchas de las mujeres quedan repentinamente embarazadas. Nueve meses después, comienza la pesadilla de unos adultos que tendrán que lidiar contra unos críos de extraordinaria inteligencia y habilidades sobrenaturales. Ciencia ficción discreta, elegante y bien dosificada, con el placer añadido de ver a George Sanders en su mejor época. 


17. WALL-E (Andrew Stanton, 2008)
A estas alturas a nadie se le escapa que Pixar es sinónimo indiscutible de calidad cinematográfica. La tenacidad con que la compañía se ha empeñado en otorgar un lugar de honor a un género comúnmente considerado infantil ha dado sus frutos, y en parte gracias a ello hoy muchos adultos han comprendido que cuando el cine rezuma calidad no importa en absoluto el cauce formal elegido. WALL-E es una película de ciencia ficción plagada de homenajes (no podían faltar las referencias a 2001) que no carece de personalidad propia: ya deja una fuerte huella en el terreno de la animación al prescindir de la palabra y confiar a la narración estrictamente visual la primera media hora de metraje. Así es como la aventura de un pequeño robot diseñado para limpiar la basura de la faz de la Tierra (devastada y terriblemente contaminada en el año 2700) que se embarca en un viaje espacial con una nueva compañera robot llamada EVE fue objeto del aplauso unánime de crítica y público desde el mismo día de su estreno.


18. En el Globo Plateado (Andrzej Zulawski, 1987)
El director polaco Andrzej Zulawski ha tenido una trayectoria cinematográfica heterogénea e irregular, despertando con sus extravagantes películas tantos odios como pasiones. Por encima de todas ellas, probablemente, destaca esta fábula filosófica de atmósfera enajenada, espectacular diseño de producción y marcado carácter teatral, en la que el cineasta despliega todo su talento visual para ofrecernos una obra única en su especie, un delirio intenso y extenso que proporciona una experiencia casi psicodélica al espectador. La historia de un grupo de astronautas que llega a un planeta desconocido en el que nace una nueva civilización sirve a Zulawski para reflexionar sobre cuestiones sociales, religiosas y metafísicas. Ayuda a la consagración del mito su condición de película maldita, pues el gobierno polaco obligó a parar el rodaje en 1977 y destruir el material fílmico grabado. Afortunadamente, gran parte del negativo pudo salvarse y una década después el director logró presentar un montaje a partir del material existente, añadiendo una voz en off para suplir los vacíos narrativos en las partes mutiladas del film.

19. Matrix (Andy Wachowski & Lana Wachowski, 1999)
A finales del siglo XX vio la luz un proyecto largamente acariciado por los hermanos Wachowski que funcionó como un verdadero soplo de aire fresco para el género. Matrixnecesitaba, por su propia naturaleza estética, a un protagonista gris, anodino y acartonado para representar al héroe posmoderno de la era actual de la informática y las telecomunicaciones, por lo que por una vez la elección de Keanu Reeves fue un gran acierto de casting. Medio mundo quedó boquiabierto ante unos asombrosos efectos especiales que se integraban con total naturalidad en una interesantísima trama de corte cyberpunk, destacando por encima de todo la famosa técnica del bullet time que permitía congelar la acción mientras la cámara seguía girando alrededor de cualquier elemento de la escena. Por otra parte, la falta de memoria histórica (o de conocimiento del género) de muchos espectadores favoreció la ilusión de novedad absoluta, cuando Matrix es, ante todo, un pastiche de excelente factura: podría definirse como una revisión platónica de varias teorías filosóficas pasada por el filtro de películas anteriores como Dark City o Ghost in the Shell.

20. Ghost in the Shell (Mamoru Oshii, 1995)
Adelantándose en posición a Akira (película con la que mantiene una suerte de rivalidad implícita por alcanzar la condición de referente máximo de la ciencia ficción animada nipona de todos los tiempos) aparece Ghost in the Shell, la obra maestra futurista de Mamoru Oshii (quien ya nos había demostrado su talento en la magníficaAngel's Egg en 1985) basada en el popular manga de Masamune Shirow. Las influencias literarias (Neuromante, William Gibson, 1984) y cinematográficas (Blade Runner) son aprovechadas con mucha habilidad por el director no solo a la hora de plasmar en imágenes el oscuro, denso y sombrío mundo de la gran urbe donde se desarrolla la historia, sino también (y especialmente) a la hora de reflexionar sobre los límites de la interacción entre el ser humano y la tecnología, cada vez más difusos en un futuro cercano en el que el hombre y la máquina han alcanzado un nivel de interdependencia física y mental tan elevado que ya es imposible discernir dónde empieza lo uno y termina lo otro. La auténtica esencia del cyberpunk late en este thriller visionario que se ha ganado por derecho propio la calificación de obra de culto.

21. Brazil (Terry Gilliam, 1985)
El que fuese uno de los miembros más aclamados del grupo cómico Monty Python, Terry Gilliam, se encargó de filmar a mediados de los ochenta una distopía tragicómica sobre el poder coercitivo de una sociedad gris, burocrática y deshumanizadora que anula por completo la personalidad de los individuos que la integran y que se encarga de eliminar a toda facción que dé muestras de inconformismo contra el sistema establecido. Indiscutiblemente, la sombra de George Orwell es alargada, aunque si tuviésemos que aplicar un adjetivo al universo creado por Gilliam sería, desde luego, kafkiano. El surrealismo y la deformación paródica de la realidad impregnan esta historia que nos habla sobre la lucha del individuo contra la maquinaria estatal, la importancia capital de la libertad de pensamiento y el poder redentor de la imaginación (incluso cuando esta deviene, por necesidad, en locura).

22. Solaris (Andrei Tarkovsky, 1972)
La segunda incursión del venerado cineasta Andrei Tarkovsky en nuestra lista viene de la mano de la que, probablemente, sea su obra más conocida. Basada en la novela del escritor polaco Stanislaw Lem, la película toma como pretexto la exploración espacial de lugares remotos para ahondar en la naturaleza oculta del ser humano. La historia gira en torno a un grupo de científicos que entra en contacto con Solaris, un enorme océano dotado de inteligencia con capacidad para bucear en los rincones más oscuros de la psique humana y proyectar físicamente sus miedos, recuerdos y pulsiones más profundos (las semejanzas con Stalker saltan a la vista). Mucho se ha comentado acerca de la relación implícita de esta película con el 2001 de Stanley Kubrick, pero lo cierto es que son obras que reflejan la mirada de artistas con inquietudes estéticas y temáticas casi opuestas y que, por tanto, deben ser disfrutadas de forma independiente.

23. El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968)
Será producto de un siniestro cruce de azares, pero el año 1968 aún tendría hueco para otra película de ciencia ficción protagonizada por monos. Solo que estos ya venían educados de casa y no necesitaban de ningún monolito que los iluminara. La historia de un grupo de astronautas que llega a un planeta desconocido gobernado por simios inteligentes no solo es un formidable entretenimiento de principio a fin (y ojo con ese fin, uno de los más populares de la historia del cine: afortunado el que se disponga a ver la película sin conocerlo de antemano), sino también una interesante reflexión sobre multitud de cuestiones morales, socioculturales y políticas que se desprende de la difícil convivencia entre ambas razas. Por si fuera poco, Schaffner plaga su película de detalles sutiles (atención a la imagen adjunta) que enriquecen enormemente su puesta en escena y su discurso, logrando así que el espectador se sienta invitado a tener una participación mucho más activa. El éxito del film propició secuelas, precuelas, remakes y hasta series de televisión, pero ninguno alcanzó la gloria del original.

 24. Videodrome (David Cronenberg, 1983)
La obra maestra definitiva de David Cronenberg es una malsana y perversa aproximación al tema de la esclavitud creciente a la que tiende el hombre en relación a la tecnología, el consumismo indiscriminado y los medios masivos de comunicación. Videodrome nos advierte sobre los peligros de una sociedad corrompida por el poder de la imagen, donde el morbo generado por la violencia más gratuita y los apetitos lascivos más bajos termina subyugando al individuo y creando en él una adicción enfermiza hasta el punto en que puede llevarlo, como en el caso de Max Renn (inconmensurable James Woods), a la paranoia. Cronenberg filma su propuesta más visceral, monstruosa y carnal, en un sentido moral pero también físico, en la que asistimos a la progresiva conversión del cuerpo humano en núcleo de una metamorfosis hacia lo tecnificado y lo grotesco (consecuencia última de formar parte de esta degradada sociedad del espectáculo en que vivimos). Aún resuena en nuestras cabezas, ahora más que nunca, aquel grito de guerra: ¡Larga vida a la Nueva Carne!


25. Planeta prohibido (Fred M. Wilcox, 1956)
¿Alguien recuerda aquel estribillo que decía: «See androids fighting Brad and Janet, Anne Francis stars in Forbidden Planet…»? Yo no podría olvidarlo: fue, entre otras muchas cosas, mi primer contacto con la película de Fred M. Wilcox. La última de esta lista, por cierto, que actúa como representante de aquella década de los cincuenta en que el cine de ciencia ficción sirvió como espejo de las tensiones y los conflictos que vivía por aquel entonces la sociedad norteamericana: obras tan icónicas como El enigma de otro mundo (Nyby, 1951), Ultimátum a la Tierra (Wise, 1951) y La guerra de los mundos (Haskin, 1953) se han quedado en el tintero. Son muchas las razones por las que merece la pena adentrarse en los límites del planeta prohibido: por su revisión en clave fantástica de La tempestad de Shakespeare, por ver a un Leslie Nielsen precómico haciendo de galán, por Robby el robot, por su ingenuo argumento de filiación freudiana sobre los demonios del inconsciente, por los efectos especiales cortesía de la Disney… y sobre todo, cómo no, por los famosos modelitos de una Anne Francis que consiguió escandalizar al mundo entero con sus minifaldas.


26. Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985)
¿Sabes lo que es un DeLorean? ¿Has oído hablar alguna vez del condensador de fluzo? ¿Te suena de algo el nombre de Marty McFly? Si es así, probablemente creciste viendo la que para muchos es la fusión perfecta de dos géneros tan aparentemente lejanos como la comedia adolescente y la ciencia ficción: Regreso al futuro. La historia de un chico que viaja tres décadas atrás en el tiempo y altera el pasado al evitar accidentalmente el primer encuentro amoroso de sus padres (viéndose así en la obligación de reconducir los hechos para que todo vuelva a su cauce y asegurar su propio nacimiento y el de sus hermanos en el futuro) cautivó a crítica y público en uno de los mayores éxitos de taquilla de la época. Hoy en día todos tendríamos en cuenta el consejo que el abuelo Simpson dio a Homer el día de su boda («Si alguna vez viajas atrás en el tiempo, procura no tocar nada, porque hasta el más mínimo cambio puede alterar el futuro de una forma inimaginable»), pero Marty tuvo que aprenderlo por sus propios medios en esta icónica película de los 80 que aún sigue conservando todo su encanto.


27. Akira (Katsuhiro Ôtomo, 1988)
Condensar un manga tan denso y extenso como el de Katsuhiro Ôtomo en un solo largometraje de unas dos horas de duración era una tarea francamente complicada. Pese a las inevitables diferencias argumentales respecto a la obra original (la película se estrenó cinco años antes de la conclusión del cómic), Akira se erigió en el panorama cinematográfico con voz propia y se acabó constituyendo como una obra absolutamente referencial de la ciencia ficción animada para adultos, además de abrir las fronteras a todo el mercado de la animación japonesa que tendría su auge en la década siguiente. Ambientada en un futuro distópico, año 2019 (¿os suena?), en la ciudad de Neo-Tokio (levantada tras la destrucción de la capital japonesa durante una Tercera Guerra Mundial), la película nos cuenta la historia de un muchacho llamado Tetsuo que está llamado a cambiar el curso de la historia. Un film críptico, inabarcable y complejo, al que conviene acercarse más de una vez para conseguir que la perplejidad inicial dé paso a la fascinación y poder de ese modo disfrutarlo en su plenitud.


28. Moon (Duncan Jones, 2009)
En el año 2009 el cineasta Duncan Jones sorprendió a propios y extraños con una  película, Moon, que triunfó en numerosos festivales y fue difundida por los círculos de cine independiente. El hijo del ínclito David Bowie nos narró una aventura espacial escrita con un fuerte sentido de la intriga y el misterio que, envuelta por una inquietante y gélida atmósfera, sin apenas recurrir al uso de efectos especiales, conseguía mantenerte atrapado durante todo el metraje. Los ecos de películas clave del género resuenan con fuerza –2001, Solaris– pero Jones logra realizar, con esta obra aparentemente tan modesta y poco ambiciosa, una de las propuestas más personales y auténticas que el género ha visto en años. Ni siquiera importa que la resolución de la intriga principal pueda ser algo previsible o que haya ciertas lagunas argumentales difíciles de justificar: Moon es una película que te involucra y te hace vivir sensaciones intensas, que te lleva de la mano por su fascinante mundo y no te suelta hasta que aparecen los créditos finales. Merece la pena entrar en su juego y darle la oportunidad que sin duda merece.


29. Cube (Vincenzo Natali, 1997)
Al despertar siete personas una mañana, tras un sueño intranquilo, encontráronse encerradas en un monstruoso cubo gigante de compleja estructura laberíntica llena de trampas mortales… ¿Kafkiano, verdad? Pues esa es la premisa argumental de la que parte Cube, un film desquiciado, claustrofóbico y absorbente, que juega a romper las leyes de la lógica convencional para adentrarnos en un universo propio, marcado por la dimensión de lo simbólico, donde todo es posible. La historia de supervivencia de un grupo de extraños personajes en este lugar imposible da lugar a un ejercicio de suspense y terror originalísimo y muy personal, que podrá disfrutar tanto el espectador simplemente cautivado por la intriga y la resolución de los continuos puzles como aquel que, además, sea capaz de hacer una lectura profunda sobre el funcionamiento de las relaciones humanas, los grupos sociales y las vicisitudes de la vida. Tengamos o no en cuenta el carácter alegórico de la propuesta, de lo que no hay duda es de que su condición de película de culto está más que justificada.


30. Viaje a la Luna (Georges Méliès, 1902)
En toda lista que se precie no puede faltar nunca la obra de los pioneros. George Méliès, el mago del cine, uno de los primeros visionarios de la historia del séptimo arte, es el autor de este cortometraje que, en apenas un cuarto de hora, nos regala un despliegue de imaginación visual y fantástica puesta en escena, un prodigio de inventiva que goza del impagable sentido de la maravilla y que toma forma a través de la ya clásica historia de un grupo de astronautas que viajan a la Luna en su deseo por conocer lo que hay más allá de la estrellas. El film está lleno de momentos memorables (¿quién puede evitar esbozar una sonrisa ante la mera idea de una raza de selenitas que se convierten en humo a base de paraguazos?), pero sobre todos ellos se erige esa imagen del astro lunar antropomórfico con la cápsula espacial incrustada en uno de sus ojos, icono de gran fuerza plástica que nos retrotrae al punto cero de la ciencia ficción cinematográfica, al primer grano de arena de una inmensa montaña que no ha dejado de crecer, de sorprendernos y de fascinarnos desde aquel mágico inicio hace más de cien años.

31. La mosca (David Cronenberg, 1986)
La segunda aparición de David Cronenberg en nuestra lista viene asociada a su clásico más popular: La mosca, una nueva versión del clásico de Kurt Neumann de 1958 del mismo nombre en el que un científico sufría mutaciones físicas tras probar una máquina encargada de teletransportar su cuerpo de un lugar a otro (mediante un proceso de desintegración y posterior reintegración de la materia) en la que se colaba accidentalmente una mosca. Frente a la candidez del film original, Cronenberg ahonda en la degradación física y moral de un hombre que va perdiendo su humanidad a pasos agigantados, en un proceso de transformación que es mostrado con todo lujo de detalles y al que el espectador asiste con una mezcla de horror y fascinación malsana. Una película viscosa y oscura, que nos habla de nuestras pulsiones e instintos más profundos a través del perfecto vehículo que ofrece la ciencia ficción, magníficamente realizada y con una dirección artística brillante.


32. Terminator (James Cameron, 1984)
Y por fin nos topamos con el mítico origen de una de las sagas más importantes que ha alumbrado el género en las últimas décadas. Terminator fue la obra con la que James Cameron dio a conocer su talento al mundo, en un momento en el que le bastaba un presupuesto moderado para dar forma a sus fantásticas ideas: a base de maquetas, juegos de luces, técnicas como el stop motion y otros recursos discretos pero tremendamente efectivos y de gran valía artesanal, fue capaz de crear todo un universo propio, hermoso y sombrío, que alternaba imágenes de un futuro apocalíptico con otras de un presente en el que se libraría la primera batalla entre la raza humana y las máquinas que más tarde se rebelarían contra nosotros. La película dosifica con gran acierto las tensísimas escenas de acción y añade momentos dramáticos que nos implican en la historia hasta el punto de que finalmente vivimos la huida constante de Sarah Connor y Kyle Reese como si estuviésemos luchando junto a ellos por la supervivencia de nuestra raza. Una banda sonora de altura y el papel por el que Schwarzenegger sería siempre recordado ponen el broche de oro a este inolvidable film.


33. Doce monos (Terry Gilliam, 1995)
Basado en esa pequeña joya experimental llamada La jetée (Chris Marker, 1962), Doce monos es una historia de estética cyberpunk conducida por la batuta lisérgica del «ex Monty Python» Terry Gilliam que cuenta los avatares de un hombre que es enviado al mismo momento del pasado una y otra vez por un extravagante grupo de científicos en busca de un antídoto contra el virus que ha provocado la más brutal de las epidemias. Oscura y enrevesada, con destacables interpretaciones claramente dotadas del «sello Gilliam» a cargo de Bruce Willis, Madeleine Stowe y Brad Pitt y una trama repleta de pequeñas pistas a modo de rompecabezas y giros de guion hasta el último segundo, este hito de los noventa consagró a Gilliam, quien ya había facturado títulos tan destacados como Brazil (1985) y El rey pescador (1991), como un autor portentoso, irregular, único e insobornable.


34. Gattaca (Andrew Niccol, 1997)
Una sociedad dividida en castas, con un nacimiento definido mediante decantación genética y generado por tratamientos in vitro. Más de uno al escuchar este inicio pensará automáticamente en clásicos literarios como Aldous Huxley y su Un mundo feliz, y sí es cierto que Gattaca, como tantas otras obras, bebe de dichas fuentes y su presentación es tan aséptica, fría y distante como la obra del escritor inglés, posteriormente el relato se humaniza (o se ablanda, como prefieran) sobre todo con esa relación entre el descastado (pero válido) Ethan Hawke y el elitista (convertido en inválido) Jude Law, que del quid pro quo inicial derivará en algo parecido a la amistad. Una película interesante quizás lastrada por cierto esteticismo y por la indefinición entre la frialdad aparente y sus concesiones al sentimentalismo.


35. Nausicaa del valle del viento (Hayao Miyazaki, 1984)
Hayao Miyazaki no es sólo el mayor referente de la animación japonesa en las dos últimas décadas, también es cabeza visible, así lo afirman sus obras, de un ecologismo no agresor que recupere la perdida unión del hombre con la naturaleza. Defensor de la mujer (sus protagonistas son casi siempre heroínas), de los derechos del débil frente al fuerte, fascinado por el afán de volar, quizás sea Nausicaa la obra que resume y aglutina todas sus obsesiones temáticas y formales de una manera más completa, lo hace a través de la historia de una princesa de un pequeño reino que intentará salvar un mundo tambaleante refrenando sus impulsos autodestructivos, recuperando la conexión del planeta con los seres que lo habitan. Nausicaa es, en definitiva, la primera pieza de un engranaje que alcanzará su perfección con una absoluta obra maestra llamada El viaje de Chihiro.


36. Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999)
En Cómo ser John Malkovich los límites entre la fantasía y la cotidianeidad más anodina vienen marcados por un elemento clave, el metacine, y es que John Cusack encuentra el camino para introducirse en John Malkovich, el propio actor interpretándose a sí mismo, y así, sin que nos demos cuenta, el relato se sumerge en la fantasía partiendo de un elemento de realidad, sólo así el espectador no tiene en cuenta el desvarío o las situaciones ilógicas que preñan el relato y que no es necesario explicar, sólo importa que por un túnel llegamos a la cabeza de John Malkovich… y eso mola. En resumen, no es tanto una obra arriesgada, que lo es, como un ejercicio brutal de fantasía bien escondida y disimulada… Y es que el señor Charlie Kaufman tiene mucho de mago metalingüístico.


37. 28 días después (Danny Boyle, 2002)
28 días después se convirtió en una película de culto desde su estreno en el año 2002. La cinta, de un Danny Boyle que venía de arrastrar un par de fracasos desde el éxito de Trainspotting, muestra un Londres desértico, apocalíptico y rebosante de desolación en toda su extensión. Con una atmósfera inquietante y turbadora, 28 días despuéssupuso un soplo de aire fresco al género de zombies, con una propuesta innovadora que no se limita a mostrarnos escenas de susto fácil, sino que ahonda más allá de la moralidad de un ser humano llevado al límite de la angustia y la desesperación.


38. La guerra de las galaxias. Episodio VI: El retorno del Jedi (Richard Marquand, 1983)
Tal vez sea El retorno del Jedi una de esas obras que merecen ser vistas con la perspectiva que da el paso del tiempo y es que, si en su momento nos pareció la más floja de la trilogía original de la saga galáctica, sin duda consigue resaltar por encima de la tibieza que provocan los posteriores intentos de George Lucas de dotar de un pasado a sus carismáticos personajes y, de paso, llenarse los bolsillos. Así, pese a sus fallos, resulta una más que digna oportunidad de asistir al enfrentamiento final entre Anakin y Luke Skywalker, de resolver las cuitas entre Han Solo y la Princesa Leia, de resolver de una vez el duelo entre la luz y la oscuridad e incluso de perdernos en la lujuriosa vegetación de la luna de Endor de la mano de sus peludos (y un poco ñoños) habitantes.


39. A Scanner Darkly (Richard Linklater, 2006)
En A Scanner Darkly, Richard Linklater realiza una (libre) adaptación de una novela de Philip K. Dick del mismo nombre. Lo primero que llama la atención es el uso de la rotoscopia, Linklater consigue con él aumentar el grado de paranoia al que se ven sometidos los personajes del relato. A Scanner Darkly puede pasar por una peli de drogas más de esas que gustan tanto a los cinéfilos sin un motivo aparente, pero estamos ante la deshumanización del  hombre en cuerpo y alma (policías sin rostro vigilan todos los actos). Una sociedad corrompida a todos los niveles y drogada, no sólo por la propia droga que causa furor entre los personajes –prohibida, pero fabricada por la propia sociedad en una espiral sin fin donde los putos yonkis terminan por ser menos que personas–, sino también por ese sistema opresivo en el que viven, que termina por destruirlos a todos y convertirlos en la mínima expresión del ser humano. Un triunfo para la sociedad, sin duda.


40. Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg, 1977)
Fue la década de los 70 aquella donde Spielberg empezó a demostrar que el talento corría por sus venas, y tras el éxito de Tiburón vino esa gran cinta llamada Encuentros en la tercera fase. En ella, el cineasta judío sacaba a la palestra una de las temáticas más recurrentes en su filmografía, la vida alienígena, pero explorando en esta ocasión las dudas y obsesiones sobre si realmente existía. Además, la alejaba de la serie B de los años cincuenta y proponía en esta ocasión un encuentro mucho menos hostil entre ambas partes, dejando en su haber secuencias impresionantes como la de la abducción, donde ofrecía una magistral clase de dirección. Probablemente, una conclusión excesivamente estirada y que no mantenía ese tono sutil del resto de metraje, terminaba restando enteros a un film que, pese a todo ello, pasaría con honores y por méritos propios a ser uno de los clásicos ineludibles del género.


41. A.I. Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001)
Uno de los más destacables títulos que nos ha dejado Steven Spielberg en lo que va de siglo es esta fascinante historia de androides olvidados por la sociedad del futuro. Como Ridley Scott (a través de un relato de Philip K. Dick) hizo con los replicantes en la mítica Blade Runner (1982), la estrategia central de Inteligencia artificial consiste en dotar de sentimientos a seres artificiales creados a imagen y semejanza del ser humano. El film da pie a que el espectador empatice con las tribulaciones que hostigan a esos seres creados por el hombre y a que, asimismo, descubra su propia posición (no obstante, manipulado por un discurso tendencioso, si bien justificado y satisfactorio) ante el debate moral que el argumento (re)abre. Para unos, brillante y conveniente, decepcionante y excesivo para otros, el final de la cinta, en cualquier caso, evidencia aún más que no estábamos presenciando sino una fábula pesadillesca sobre un niño diferente al resto que afronta un obligado viaje iniciático en busca del conocimiento, pero, sobre todo, en busca de, sencillamente, un poco de amor como cualquier otro niño.


42. Depredador (John McTiernan, 1987)
En medio de la selva de un país centroamericano cualquiera un comando estadounidense se dirige a su misión, son los mejores en su especialidad, son de una eficacia letal eliminando a sus enemigos y nada queda vivo por donde ellos pasan, sin embargo algo les contempla desde la espesura, les contempla y espera su momento… En la década de los 80 una pléyade de directores redefinieron el cine de acción y, entre ellos, John McTiernan fue uno de los más destacados con dos obras incontestables, La jungla de cristal y la que nos ocupa, Depredador. Con ella aprendimos que la criatura más letal del Universo no era ningún alienígena mimetizado sino nuestro musculoso colega austriaco, posteriormente también lo descubrirían los ciudadanos de California pero eso, claro está, ya es otra historia.


43. Los Cronocrímenes (Nacho Vigalondo, 2007)
Los cronocrímenes supuso el debut como realizador de largometrajes de Nacho Vigalondo, en 2007, tras varios éxitos con sus cortometrajes (nominado al Oscar en 2004 por 7:35 de la mañana). El film nace de un sólido y original guion que se plasma de manera eficiente en un film de planteamiento sencillo pero de enorme complejidad en su desarrollo. Vigalondo aborda los viajes en el tiempo de forma inusitada y novedosa, creando un film inteligente y manteniendo la incertidumbre en todo su metraje. Sin duda, una ópera prima que puede satisfacer, o no, al espectador, pero innegable es el deber de concederle los elogios que se merece al director, por una película tan valiente y singular como Los cronocrímenes.


44. Equilibrium (Kurt Wimmer, 2002)
Había arrancado el nuevo siglo con la resaca de Matrix, y de las manos de un casi primerizo (había dirigido bastantes años antes un inadvertido thriller de acción) Kurt Wimmer nos llegaba Equilibrium, un film que bebía directamente de los códigos de aquella cinta firmada por los Wachowski que, a la postre, revolucionaría la industria. Equilibrium por su lado ni revolucionaba nada ni lo pretendía, simplemente constituía un compendio de momentos y recursos ya usados y repateados en el cine de ciencia ficción, pero que se amoldaban tan bien a la historia que pretendía contar Wimmer que al final terminaban logrando un calado fuera de lo común en un producto de esa índole, en especial gracias a una buena interpretación de Christian Bale y a algunas decisiones del guion, que no eran socavadas por mucho que llamativas secuencias de acción copasen buena parte del metraje.


45. Minority Report (Steven Spielberg, 2002)
Es el año 2054 y los cuerpos de seguridad han dado el avance definitivo para hacer frente a los criminales, un cuerpo especial es capaz de predecir, utilizando una combinación de técnica y energía psíquica, los asesinatos antes de que tengan lugar, el método ideal para terminar con los homicidios… ¿o no? No sabemos si Spielberg se vio influenciado para realizar esta película por los atentados del 11 de septiembre de 2001 y los posteriores recortes a los derechos individuales que originaron, pero no sería extraño que este demócrata convencido respondiera a la Patriot act del amigo W. con esta óscura fábula. Lo que sí lamentamos es que no se atreviera a llevar hasta sus últimas consecuencias su magnífica propuesta, perjudicada por la pertinaz tendencia del autor a las resoluciones almibaradas y «para toda la familia».


46. Desafío total (Paul Verhoeven, 1990)
Unos años antes le habían abierto las puertas de Hollywood con Robocop, y seguramente al recibir entre sus manos el guion que suponía la adaptación de un texto de Philip K. Dick, Verhoeven no dudó un instante. La cuestión era cómo un cuasi primerizo en USA llevaría a término un proyecto de tales dimensiones, y el holandés no defraudó al componer un film de ciencia ficción que se decantaba por el thriller de acción y que ponía en liza ese humor gamberro tan suyo, complementado a la perfección por un Schwarzenegger que firmaría uno de sus mejores papeles. Si, además, dejaba algunas imágenes dignas de pasar al imaginario colectivo, y concluía con una ambientación en tierras marcianas de lo más imponente, pocas pegas se podían poner a Desafío total para que pasase a ser otra de esas películas que engrosan la lista de clásicos infravalorados que nadie debería perderse.


47. V de Vendetta (James McTeigue, 2006)
V de Vendetta tuvo que pagar un duro peaje para pasar el filtro hollywoodiense, y se podría decir que resulta algo cobarde y coja en relación a su material original, el cómic de Alan Moore, sobre todo en las intenciones y motivaciones de su (anti) héroe, pero si nos centramos sólo en ese aspecto olvidaríamos lo bien que funciona como relato cinematográfico, la acertada construcción de su anti-utópico mundo, su credibilidad o lo vibrante que resulta su metraje, en definitiva, que uno acaba olvidando ciertas debilidades cuando el espíritu original, aunque endulzado, sigue presente en el relato o cuando contemplamos cómo la máscara de Hugo expresa mucho más que docenas de rostros o muecas.


48. District 9 (Neill Blomkamp, 2009)
Alienígenas, racismo, experimentación, Sudáfrica, moralidad social… y todo ello, mezclado (que no agitado, como diría James Bond) en el primer largometraje de Neill Blomkamp, un falso documental que narra cómo miles de extraterrestres son aislados del ser humano y viven en condiciones infrahumanas. Distrito 9 supuso una agradable sorpresa en referencia a las películas de extraterrestres, con una sugerente y llamativa propuesta no exenta de tensión a lo largo de sus casi dos horas de goce audiovisual. Uno de los aspectos fuertes del film es el paralelismo moral que acaece alrededor de la segregación alienígena en Johannesburgo (sí, donde ganamos el mundial), como ya tuvo lugar, en la realidad, el pasado siglo con la discriminación de los colonizadores ingleses y holandeses respecto a los habitantes de raza negra.


49. Dark City (Alex Proyas, 1998)
Antes de Matrix ya existían los relatos distópicos en los que la humanidad se ve sojuzgada por otros seres que fuerzan a ésta a vivir en una realidad alternativa, en un mundo construído como un engaño, Dark city de Alex Proyas es uno de estos ejemplos. Con una poderosa estética, deudora en cierto sentido de Blade runner y que ofrecía una efectiva mixtura de noir y fantástico, contaba además con la siempre atractiva presencia de Jennifer Connelly, Proyas conseguía así firmar una estimulante propuesta que, tras El cuervo, nos obligaba a seguir su carrera con sumo detalle, lástima que, como tantos otros, terminara cayendo en las garras de acomodaticias producciones al gusto del stablishment más adocenado y es que La muerte (artística) sigue teniendo un precio.


50. Star Trek (J.J. Abrams, 2009)
La abultadísima horda de fans de la saga suponía un peligroso escollo para la acogida de esta entrega de diseño plenamente contemporáneo y con una distancia de siete años en relación a su más próxima predecesora, Star Trek: Némesis (2002) y de muchísimos más en relación a la serie que inauguró la saga en pantalla, Star trek (1966). Sin embargo, pese a tratarse de una empresa peliaguda, J.J. Abrams, controvertido y adorado creador de la serie Lost (2004), supo lidiar con ella gracias a su notable y apasionada cinefilia (exhibida aún con más ímpetu en la muy reciente Super 8), y ofreció un decente espectáculo de entretenimiento a partir de un relativo respeto por los personajes y las características fundacionales de la franquicia. Obviamente, no convenció, ni mucho menos, a todos los fans, pero sí diseñó una digna entrega que dejó, en su estreno, buen sabor de boca. Veremos cómo la trata el paso del tiempo.



http://canalcultura.org/2013/07/15/las-50-mejores-peliculas-de-ciencia-ficcion/

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